Ensayo de Elia Martínez Rodarte sobre el libro
"El Llanto de los Cipreses"
del autor regiomontano Alejandro Suárez
Por Elia
Martínez-Rodarte
La literatura sobre VIH en estos tiempos goza de
buena salud. De iniciar, hace casi 30 años, con libros que combatían el terror
ante esta pandemia, ahora nos hemos reunido para comentar la obra, en este caso
una novela, “El llanto de los cipreses”, que aborda desde una perspectiva
humana, incluyente y contemporánea, la vivencia de una persona con VIH.
La presencia del VIH – sida en el mundo nos sacó del
clóset a todos, y nos puso en un escenario de gallinas descabezadas intentando
encontrar la verdad sobre una pandemia que se controló y se sigue domando como
a un monstruo mitológico.
Pero un quiebre en la historia de la humanidad como
tal, nos ayuda a comprender en la misma tesitura a los problemas humanos y
complejos de los personajes de “El llanto de los cipreses”, todos llevados
hacia sus propios límites de vida, en un exabrupto chejoviano.
Tensa una línea dramática haciéndonos empatizar,
comprender y compadecernos, lo cual es una de las intenciones de una obra
literaria: llegar al corazón y a la mente de los lectores.
Una mujer liada con sus malas decisiones al haber
optado por un hombre maltratado, abusivo y patán. La parejita gay que vive con
uno en VIH y que crean un mundo entre ellos para evitar el miedo y sobrevivir
en el amor. La chica trans que enfrenta a una sociedad que no está, ni estará
en poco tiempo, preparada para vivir y comprender la diversidad de individuos
que somos. Son las biografías que observamos y conocemos a través de la obra y
que nos dejan cada una de ellas una enseñanza.
Pero con todo y lo arrastrado que pueda parecer el
destino y la suerte que les rodea a los personajes en situaciones extremas, sin
duda el libro plantea las salidas y los paliativos de la información, de la
comunicación, de la solidaridad humana, y ante todo, la esperanza de que no
estamos solos aún en las más dolorosas pruebas. De vida o muerte.
La gran lección de un libro que aborda una
problemática social y de salud pública como “El llanto de los cipreses”, nos
revela una realidad que debiese estar más a la mano del gran público.
En la promoción de esta lectura la gente puede
acercarse de forma más amena a una parte de la educación integral en la
sexualidad, cuyas carencias como sociedad y cultura son evidentes en la novela,
así como en nuestra cotidianeidad.
Los prejuicios en contra del mundo gay y trans, la
violencia de género, la desinformación sobre la sexualidad y sobre las
infecciones de transmisión sexual así como de VIH sida, son sólo algunos de los
muchos lados nefandos de nuestra sociedad que leemos y encontramos en estas
páginas, y que nos remiten a cuestiones irresolubles que nos mantienen como
sociedad en un oscurantismo absurdo.
Podemos vivir en un país que puede lograr
importantes controles en la propagación del VIH, pero asimismo estamos en un
país en donde los asesinatos contra mujeres se llaman feminicidios, palabra que
se ha acuñado para hacernos consciente de la violencia de género, misma que han
tomado otros países de Latinoamérica. Somos punta de lanza en lo terrible
también.
Hace poco se celebró en Monterrey la Reunión
Nacional para la Discusión y Estructuración del Programa Especial de VIH, sida
y otras ITS 2013-2018, misma que nos dejó en claro las necesidades y también
las urgencias de promover la educación para prevenir la transmisión de VIH, pero
a través de medios como este libro, que nos hacen comprender a la condición
humana en situaciones límite, también encontraremos la forma de empatizar y de
ser conscientes de un asunto de salud pública que nos concierne a todos.
En “El llanto de los cipreses” veo una pieza
literaria con muchas ambiciones, que denota la expresividad de un autor que
sabe su tema y sobre todo, que puede traducir en un lenguaje sencillo y ameno,
las pulsiones del corazón y de las pasiones humanas.
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